No sabía anticipar cuando fui a Lavapiés. Mi familia aquí me dijo, “No lleva bolso o nada. Sólo lo que absolutamente necesito en su persona… y por favor deja su pasaporte en casa. Que diviertas. ¡Hasta luego!” Claro, creía que era lo peor de la cuidad, y me preguntaba, “¿Por qué nos invitaba nuestro profesora a este barrio?” Llegué con mis compañeros y estaba sorprendida- no tenía ningún miedo.

Por otro lado, los dos lugares en que pasábamos un rato (el café y la tabacalera) eran muy diferentes. Estos lugares eran llenos de gente joven, gente artística. Nunca les definiría como gente “mainstream” o tradicional, y eso es muy interesante porque yo creo que es un poco contrastante de lo demás de la gente se encuentra en las calles.

Después fuimos a un lugar no como nada más de la ciudad de Madrid- la Tabacalera. Eran las 9 de la noche pero había muchísima gente todavía. Artistas jóvenes y quizás ‘alternativas’ de todos tipos trabajaban sin parar en sus obras. Cada cuarto tenía una sorpresa nueva, unas veces cuadros por los paredes, otras veces un muchedumbre dibujando un astronauta, y todavía otras en que un banda tocaba sin público. Todo era muy surrealista.
De verdad me gustaban los dos lados que vi. Los dos eran curiosos, pero quiero mucho regresar y ser parte de una de las comunidades de Lavapiés, aun si sólo es por unas horas.
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